Las familias de New Mexico ingresan a sus seres queridos ancianos en residencias de ancianos con la esperanza de que los residentes reciban una atención compasiva. Desgraciadamente, el maltrato a los residentes está muy extendido en lo que respecta a la administración de dosis inadecuadas de fármacos antipsicóticos, según un informe de Human Rights Watch. La práctica está especialmente extendida entre las personas con demencia, a pesar de que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ha advertido enérgicamente contra esta práctica. Los fármacos actúan como restricciones químicas para someter a las personas que los empleados de las residencias de ancianos consideran difíciles de manejar.
El informe de Human Rights Watch recogía información de datos gubernamentales y entrevistas con personal, residentes y familiares. La organización estimó que alrededor de 179.000 personas de una semana reciben estos fármacos sin un diagnóstico que los justifique. Con frecuencia, el personal administra los fármacos sin obtener el consentimiento informado de los residentes o sus familiares.
Un relato de una mujer de 62 años drogada sin saberlo con Seroquel lo describía como un fuerte sedante que la hacía dormir todo el tiempo. La hija de otra residente dijo que su madre era un zombi despojado de personalidad por haber sido drogada en una residencia de ancianos.
La Ley de Reforma de Hogares de Ancianos de 1987 creó muchos derechos legales para los residentes de hogares de ancianos, pero la aplicación gubernamental está casi ausente en todo el país. Desde 2014 hasta mediados de 2017, los inspectores escribieron 7.039 citaciones por uso indebido de fármacos antipsicóticos, pero el 97% de ellas se clasificaron como no perjudiciales para las personas y, por tanto, no produjeron sanciones económicas.
Una persona preocupada por el trato dispensado a un pariente anciano podría pedir consejo a un abogado. Un abogado podría evaluar las pruebas para ver si son suficientes para presentar una demanda por abuso en residencias de ancianos. La intervención judicial puede permitir a una familia poner fin a los malos tratos y obtener una indemnización por daños y perjuicios.
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