La vida durante los años dorados puede ser especialmente difícil para las personas mayores. El cuerpo experimenta muchos cambios físicos a medida que se envejece, incluida una lenta disminución de la fuerza y la flexibilidad. Los cambios en la columna vertebral contribuyen a modificar el centro de gravedad. También pueden surgir problemas de equilibrio con la edad.
Todos estos factores, otros síntomas relacionados con la edad y los problemas de salud individuales pueden contribuir al riesgo de que una persona mayor se caiga y se haga daño. Las caídas son una preocupación tan grave para los adultos mayores que son una de las principales razones por las que las familias trasladan a sus seres queridos a residencias de ancianos.
Por desgracia, el simple traslado de su ser querido a un centro no le protegerá necesariamente de las caídas, ya que la negligencia del personal puede dejarle en una situación muy vulnerable.
Las personas que viven en residencias de ancianos deben poder confiar en el personal de esos centros para que atienda sus necesidades básicas. Estas necesidades incluyen probablemente el apoyo mientras esas personas se bañan solas, se visten solas y realizan otras tareas diarias cruciales relacionadas con su autocuidado.
Los familiares que se dan cuenta de que no pueden satisfacer todas esas necesidades pueden animar a los mayores a trasladarse a residencias de ancianos para su propia protección. Desgraciadamente, un personal inadecuado en una residencia de ancianos puede provocar fácilmente que alguien se caiga.
Cuando no hay suficientes trabajadores para atender a cada adulto en el centro a lo largo del día, algunos adultos intentan vestirse o ir al comedor sin apoyo, momento en el que pueden caerse y sufrir una lesión grave. Según la Agencia de Investigación y Calidad SanitariasSegún la OMS, aproximadamente la mitad de las personas que viven en residencias de ancianos se caen cada año, y aproximadamente un tercio de los que se caen sufren dos o más caídas.
El personal de las residencias de ancianos debe ser proactivo a la hora de vigilar las necesidades de los mayores, y los propios centros deben dar prioridad a mantener suficiente personal disponible para atender las necesidades de sus residentes en cualquier momento.
Recibir una llamada telefónica que su ser querido se cayó y se lastimó es una experiencia estresante. Sin embargo, sigue siendo preferible a ir de visita, sólo para descubrir un ser querido con lesiones graves porque se sentía.
Si el personal de la residencia de ancianos no avisa a los familiares de una caída ni documenta el incidente cuando se produce, eso puede ser señal de que el personal está sobrecargado de trabajo y no puede hacer su papeleo o de un esfuerzo intencionado por minimizar los registros oficiales de las lesiones de los residentes. Ninguna de las dos situaciones es buena para su ser querido.
Entender por qué las caídas pueden ser un signo de negligencia en residencias de ancianos puede incitar a la gente a tomar medidas para proteger a sus seres queridos.
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